A favor de un diálogo nacional sobre qué tan mal está nuestra recaudación.....

Nuestra recaudación se parece a un paciente que se debilita por una enfermedad que empezó en 2002.  La única medicina que le han dado al paciente ha sido improvisar moratorias, aumentar impuestos y confiar que el PIB crecerá (ver editorial anterior). 

En 2013, la enfermedad desarrolló resistencia a esa medicina.  Ese año nuestra recaudación creció menos que el PIB (ver noticia). 

La enfermedad progresó en 2014 cuando ni con una moratoria se logró recaudar lo mismo que el año anterior (ver noticia).

La enfermedad avanzó en enero de 2015 cuando la recaudación está 8.5% por debajo de lo presupuestado y 1.9% por debajo de lo recaudado el año pasado (ver noticia). 

¿Fue por esto que nos querían colar un impuesto nuevo usando raros pretextos de aumento a los jubilados y garantías de que no subiría el precio del crudo?

Si la respuesta es sí, nuestras autoridades estarían repitiendo el mismo antibiótico al que la bacteria se volvió resistente.

Este periódico cree que en lugar de improvisar curas debemos diagnosticar bien qué es lo que afecta al paciente y qué tan avanzada está su enfermedad.

Este diagnóstico empieza midiendo qué no funciona en el sistema.  Por esto hemos insistido en saber cuántos auditores tiene la DGI, cuántas auditorías hace, en qué tiempo y con qué resultado.

Luego de múltiples reiteros la DGI no ha tenido tiempo para respondernos por lo que nos preguntamos: ¿Sabrán las autoridades que estos datos son el termómetro que permite medir qué tan enferma está nuestra recaudación?

Entendemos que las autoridades fiscales se sienten abrumadas, incluso torturadas, al interactuar con estas preguntas de los contribuyentes. 

Cualquiera se puede sentar en una laptop y redactar una ley que suba un impuesto.  No cualquiera escucha y analiza lo que otros tienen que decir.  Por esto invitamos a nuestras autoridades a iniciar un diálogo nacional que incluya revelar qué tan enferma está nuestra recaudación.

Confiamos que nuestras autoridades no vean las peticiones ciudadanas como “torturas” y que si este paciente muere no tengamos que comprar una lápida que diga: AQUÍ YACE LA RECAUDACIÓN, MUERTA POR NO ESCUCHAR AL CONTRIBUYENTE.

(Lea editorial anterior).